Inmenso es el Museo Nacional de Escocia en Edimburgo. Días hay que estar para poder recorrerlo debidamente, pero sólo pude estar algo menos de una hora, así que poco puedo mostrar al respecto. Eso sí, quiero destacar estos Budas en mi primer post, sobre todo del gran Buda Amida.
Fotografía realizada por Diego Almazán de Pablo
Buda Amida traído de Japón. Fotografía de Diego Almazán de Pablo
Dhyana Mudra del Buda Amida en Museo de Escocia. Foto: Diego Almazán de Pablo
Comencé a leer sobre budismo a los 16 años si mal no recuerdo, en el último trimestre de 1974. Y una estatuilla de Buda me ha acompañado desde mi época universitaria en Barcelona. Ante mí la tengo, en estos momentos, en el lateral izquierdo de la pantalla. Y un capítulo le dediqué a algunas enseñanzas del budismo en Y la vida sigue… (Duodécima estación: Las cuatro nobles verdades de Buda, páginas 95-101), que concluye así:
«Volveré a hablar sobre Buda más adelante. Ahora me quedo con esta copla: todo lo que existe es transitorio, impermanente; apegarse cualquier cosa transitoria, por parte del ego, provoca dukka [aflicción, sufrimiento], y para liberarse de dukka hay una Vía Media que conduce al desapego por des-egoificación de uno mismo. Ése es el mensaje de Buda para mí, que no es otro que el que he hallado en el Vedanta. No en vano, como dice Coomaraswamy, el budismo originario –que es el que particularmente me interesa- es una nueva forma doctrinal de expresión sobre la doctrina hindú del fin último del hombre: la Liberación por Identidad Suprema con Lo Absoluto al converger el agua del río de la des-individualización en el mar de la Unicidad, donde cada gota del mar no se puede diferenciar de ninguna otra gota».